Andree Henríquez, 21 de diciembre 2020 – País Circular

Si no comprendemos que la Economía Circular parte con el rediseño de los bienes y servicios será muy difícil que a nivel de las universidades y centros tecnológicos investiguemos y formemos profesionales capaces de re-pensar cada uno de los productos que consumimos, proponer nuevos modelos de negocios y potenciar las innovaciones de base científica para desplegar todo el potencial de la Economía Circular.

Los datos son elocuentes, el 61.2% de los encuestados al ser consultados respecto de cuáles conceptos se asocian más a Economía Circular en el país que residen, respondieron “reciclaje”. Esto, en el marco del estudio sobre Avances, Barreas, Amenazas y Oportunidades de la Economía Circular en América Latina, que contó con más de 600 participantes de 21 países.

Aunque se esperaba que este concepto fuera dominante, no deja de sorprender el peso que el reciclaje ha alcanzado como sinónimo de la Economía Circular, a pesar de que este último propone un cambio profundo en los patrones de producción y consumo para desacoplar el crecimiento económico del uso de la energía y los recursos. ¿Pero debería preocuparnos este resultado? Por supuesto, ya que estamos ante un sesgo importante que podría afectar la toma de decisiones en cualquier nivel y tipo de organización.

Si la Economía Circular solo se entiende como reciclaje es altamente probable que las empresas y sus ejecutivos puedan conformarse con aplicar políticas que se hagan cargo de sus desechos hacia el final de su cadena de valor. Esto implicaría perder las oportunidades que este modelo entrega para mejorar la eficiencia de la empresa en el uso de sus recursos, aumentar la licencia social para operar y a la vez contribuir al Desarrollo Sostenible; todo esto porque a nivel gerencial no se comprende el concepto en su real dimensión.

En el mismo sentido, si el Estado queda atrapado en el sesgo del reciclaje podría conllevar que el diseño e implementación de políticas públicas, incentivos y regulaciones no generen las condiciones necesarias para un cambio sistémico. Por ejemplo, bastaría con tener buenas normativas que favorezcan el reciclaje para considerar que el fin de bien común está logrado. Sin embargo, el Estado juega un rol crucial en potenciar una industria donde la remanufactura, la recuperación, la simbiosis industrial y el desarrollo tecnológico, entre otras, sean posibles. Nuevamente, el concepto determina la acción.

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